Los aragoneses asumen la petición de quedarse en casa y pocos pasean. Los comercios se adelantan a la prohibición y cierran, por falta de clientes.
Aragón, como el resto de España, vivió ayer un atípico sábado, más propio del verano que de mediados de marzo, tanto por la temperatura como por la escasa gente que paseaba por las calles. Unas vías casi vacías, en un paisaje que se repetía en todos los muncipios aragoneses, mezcla de temor y sana prudencia.
Prácticamente los únicos comercios que no notaron esta merma de transeúntes fueron los supermercados, que una jornada más vivieron imágenes como las de las rebajas, con gente agolpada a sus puertas en espera de la apertura de puertas para arrasar con la mercancía. En algunas grandes superficies, como en la zaragozana de Utebo, incluso fue necesaria la incorporación de la Guardia Civil para regular el tráfico.
Los mensajes, tanto del Gobierno central como del autonómico y de los ayuntamientos, que garantizan el suministro de productos, no parecen estar calando en la población. Particularmente desde el anuncio del estado de alarma, realizado anteayer por Pedro Sánchez y concretado ayer, con medidas restrictivas al movimiento y la apertura de comercios.
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