Bilbao tiene un color más y es el rosa. Entre la revitalización estética y urbanística y el guiño al Guggenheim de Nueva York, un viejo edificio industrial bilbaíno en desuso ha sido recubierto por 180 litros de pintura de este color. El Ayuntamiento de la ciudad urgió a los propietarios del pabellón a que arreglaran la fachada y el resultado no ha sido nada convencional.
“Arrancar una sonrisa es lo más humano y hermoso que hay, humaniza el barrio con divertimento y amor al arte”, explican los arquitectos Carlos y Marta Miret, quienes se ofrecieron a llevar a cabo el requerimiento del Consistorio. Tras conocer la situación del edificio, situado en el barrio de Amézola, ambos propusieron este proyecto como rehabilitación previa al derribo.
Fuente: La Vanguardia